Un 24 entre algas y velas
Hacía años que había huido de su país, según algunas personas, en busca de un futuro mejor, según ella, en busca de un presente digno.
Ya llevaba muchos meses sin ver la cara de sus familiares, sin abrazarlos, sin olerlos, sin poder mirarlos a los ojos y decirles “los quiero”. Por ello, decidió emprender viaje hacia su barrio natal, pero no en cualquier fecha, sino para las fiestas navideñas.
Llena de sentimientos, emociones y algo más que no se puede explicar, ingresó a su país, caminó hasta la estación de buses y de pronto, plufff, su primer shock. No funcionaba el transporte público.
Luego de varias horas logró llegar a su hogar, caminado por cierto, y entre charla y charla comenzó a darse cuenta que la situación era angustiante, peor de lo que imaginaba. Durante todo este tiempo había sido amorosamente engañada por sus familiares, quienes “modificaban” la verdad para que no sufriese desde lejos, para que no sufriese por una situación que no podía modificar.
Las horas fueron pasando, el 24 se acercaba y hacían falta varias cosas, decidió salir a comprar unas pocas verduras para la cena junto a su hermana, luego de elegirlas observó cómo la misma le extendía, al verdulero, una tarjeta de crédito. Al regresar le pregunta a su hermana: ¿por qué abonaba un saldo tan chico con tarjeta de crédito?, y le respondió, -aquí no hay dinero, la gente no tiene dinero en las manos porque todos los días pierde valor, porque el bulto físico es demasiado para transportarlo- Impactada por lo oído le pide un vaso de agua, al tomarlo se da cuenta que tiene sabor a algas, pero no solo la de su casa, sino la de todos lados, porque el sistema de potabilización había dejado de funcionar.
Finalmente llegó el 24, estaban todos reunidos, ya en la mesa para comenzar a cenar, faltaba muy poco para las 00:00 hs, pero de pronto, surgió un imprevisto, se cortó la luz. El sistema eléctrico de la ciudad era obsoleto y debido a la alta demanda energética de los habitantes el sistema eléctrico había colapsado. Ahora sin luz, decidieron prender unas pocas velas para iluminar el comedor y finalmente cenar.
Pasaron los días, y debió regresar a su casa del “exilio”, dejando a su familia en un lugar sin luz, con sabor a algas en el agua, sin servicios públicos (educación, salud, transporte) e inestabilidad económica.
Al poco tiempo se comunicó con su hermana, y preocupada por su futuro, decidió invitarla a vivir en el extranjero. Ahora ambas viven a miles de kilómetros de su país, de su familia y de sus amigos. Todo con un solo objetivo, poder vivir dignamente.
-Respira hondo y seguí leyendo.-
Quizás no entiendas el sentido de lo que escribí anteriormente, la relación del principio con lo que voy a escribir ahora, pero al final sé que lo harás.
Muchas veces estamos en casa, acostados en el sofá, tomando y comiendo algo mientras vemos televisión, en la misma pasan imágenes y videos sobre niños, niñas y adolescentes desnutridos, sobre personas accidentadas por un terremoto, sobre caravanas infinitas de personas que huyen de sus países en busca de una mejor calidad de vida, pero que no son recibidas en ningún lado, balsas cargadas de inmigrantes que son atacados y luego detenidos por las guardias costeras de los respectivos países, entre otras noticias que desnudan la frialdad humana.
Y yo me pregunto: ¿Qué estamos haciendo como ciudadanos? ¿Debemos esperar a que nos toque a nosotros para empezar a actuar? ¿Es justo que mientras vemos televisión acostados en el sofá otros estén muriendo de hambre?
Hace unos días veía en los principales diarios internacionales las imágenes de la multitudinaria caravana de inmigrantes que se dirigen a diferentes países, y por dentro pensaba, ¿Qué significa frontera? ¿Qué significa nacionalidad? ¿Qué significa inmigrante? La verdad que no podía encontrar respuesta, y por respuesta no me refiero a la que sale en el diccionario, sino a la de la vida, a la que nos describe como personas.
En el colegio mi profesora de historia nos enseñaba que al hombre se lo estudia en sociedad, porque de manera individual no podría sobrevivir en el tiempo; y con esta enseñanza quiero que analicemos la situación que atraviesa el mundo actualmente.
Por la ambición, frialdad y soberbia de algunos gobernantes, hay miles y miles de personas que en estos momentos se encuentran migrando de sus países, dejando todo atrás, sin saber realmente a dónde van a llegar; y del otro lado hay gobernantes que amenazan con crudas señales de represión e incluso, hay quienes niegan la veracidad de esta problemática.
Pero, ¿no se dan cuenta que todos somos lo mismo? ¿No sería mejor intentar ayudarnos entre nosotros en vez de dividirnos cada vez más?
Para ya ir cerrando, quiero que juntos nos preguntemos dónde y cómo estamos dibujando nuestro futuro.
Por si aún no entendieron, con el primer texto, que está basado en una historia real ocurrida en Venezuela, busco transmitirles algunos de los sentimientos y motivos de los migrantes. Nadie desea abandonar su país, pero en ocasiones, producto de malas políticas llevadas a cabo por los gobernantes de turno las personas pierden su dignidad, pierden su vida, pierden su todo y la única solución que encuentran es viajar para probar su suerte en otro país.
No podemos permitir que miles y miles de personas mueran huyendo de sus países, no podemos ocultar la crisis humanitaria que atraviesan muchas repúblicas, no podemos tapar el sol con un dedo; tampoco podemos quedarnos de brazos cruzados viendo como mueren en sus viajes clandestinos. La solución depende de nosotros, de quienes aún podemos decidir cómo y dónde vivir.
Realmente no sé quienes leerán este artículo, pero a quienes lo estén haciendo les quiero pedir que no ignoren esta situación, que hagan todo lo posible para que quienes nos gobiernan se unan alrededor del mundo y trabajen en conjunto, con y para nosotros.
Todos los países somos diferentes, todos los países queremos ser los mejores y la competencia siempre es buena porque te motiva a seguir hacia delante; pero cuando nos olvidamos de la esencia humana, de los derechos humanos, significa que hemos perdido nuestro rumbo como sociedad.
Escrito por: Kurt Ottosen CORIA Argentina